Antonio Santi Giuseppe Meucci
Estudió dibujo y mecánica en la Accademia di Belle Arti de su ciudad natal. Hacia 1834 fue empleado como mecánico en el Teatro Pergola de Florencia, en donde se encargó del diseño de nueva maquinaria para el cambio de escenarios durante las representaciones. En 1835 Meucci recibió una oferta de un empresario teatral cubano para hacerse cargo del puesto de jefe de mecánica en el Teatro Tacón de La Habana. De esta manera Meucci y su esposa se establecieron en Cuba en donde gozaron de una buena condición económica, que permitió a Meucci la compra de libros e instrumentos para un pequeño laboratorio que instaló en una de las habitaciones de su vivienda, en donde comenzó a realizar sus primeros inventos. Hacia 1845 creó una pequeña empresa de galvanostegia para el tratamiento de objetos metálicos, en su mayoría por encargo del ejército colonial español. Esta iniciativa le reportó una pequeña fortuna y cierta notoriedad en La Habana. Meucci seguía al mismo tiempo con sus experimentos e investigaciones interesándose por la electroterapia, llegando incluso a realizar tratamientos a enfermos. En 1849 en el curso de uno de estos tratamientos, el paciente sujetaba una placa de cobre conectada a los hilos conductores y Meucci se fue a otra habitación en la que disponía del instrumento que regulaba la corriente suministrada, lo conectó a una batería e indicó al paciente que introdujera la placa en la boca. El hombre dio un grito de dolor por efecto de la descarga y Meucci desde la otra habitación notó como el sonido le había llegado con más claridad de lo que sería normal dada la distancia a que se encontraba el paciente. En seguida pegó su oído al instrumento desde el que estaba administrando la corriente y comprobó que podía escuchar la voz del paciente a través de él. Meucci se impresionó mucho con este fenómeno y quiso repetir el experimento. Para evitar una nueva descarga en el paciente, aisló la placa de cobre con una especie de embudo y al ponerlo en la boca del paciente le dijo que hablara. Meucci se fue a la otra habitación y pudo comprobar que efectivamente la voz del hombre llegaba hasta él a través de los conductores con mucha claridad. En ese momento paso por la cabeza de Meucci la idea de la realización práctica de un telégrafo para la comunicación mediante la voz o sea el teléfono. Pero Meucci era un hombre sumamente inquieto y siguió realizando multitud de experimentos en muy variadas materias como por ejemplo la búsqueda de una sustancia o un proceso eléctrico que pudiese petrificar los cuerpos humanos después de la muerte, quería convertir los cadáveres en estatuas. Ni que decir tiene que invirtió una gran parte de las ganancias de su empresa en estos menesteres. Pero en febrero de 1850 un acontecimiento cambió inesperadamente el curso de su vida, el Teatro Tacón sufrió un incendio y quedó totalmente destruido. El empresario teatral no sucumbió ante esta desgracia, y partió con su compañía hacia Nueva York. Meucci les acompañó en este viaje y poco después de su llegada se estableció en Staten Island. Meucci montó un laboratorio en su nueva vivienda y en 1852 continuó con sus experimentos sobre el teléfono instalando una línea entre el laboratorio en el sótano y el primer piso de su casa, como instrumentos trabajó primero con los mismos que se había traído de Cuba, efectuando posteriormente diversas mejoras. Así en 1854 introdujo en el diseño un electroimán de herradura, en 1858 un modelo perfeccionado del tipo con bobina y en 1859 un diafragma metálico en el mismo. Hacia 1860 la situación económica de Meucci era delicada, subsistía con una pequeña fábrica para la producción de velas de alumbrado y a pesar de haber mejorado mucho su calidad con diversas invenciones, al unirse con especuladores para su explotación, salió mal parado de este negocio. Lo mismo le ocurrió hacia 1865 cuando inventó un nuevo proceso para la fabricación de papel de alta calidad. El gran problema de Meucci fue, en aquel momento y posteriormente en las litigaciones sobre la prioridad en la patente del teléfono, la no comprensión del idioma inglés. A pesar de estos reveses Meucci siguió con el desarrollo de nuevos inventos, y como no, mejorando constantemente su teléfono. En 1864 vio la luz un nuevo modelo. En 1870 Meucci plasma en su cuaderno de notas esquemas de diversos circuitos telefónicos en los que emplea bobinas de carga. En realidad ya en 1862 había efectuado experimentos con esta disposición de la bobina en medio de la línea de transmisión. De lo avanzado de las ideas de Meucci da fe el dato de que la bobina de carga no empezó a ser usada en las líneas telefónicas hasta principios del siglo XX. A finales de 1871 se decidió, por fin, a solicitar una patente sobre su teléfono. El costo de la solicitud de la misma se disparaba a varios cientos de dólares, cantidad sumamente elevada para la economía de Meucci. Visto esto, su agente de patentes le sugirió que obtuviese una caveat (notificación previa para la solicitud de una patente), de costo mucho más reducido y que podía ser renovada anualmente, de esta forma el telettrofono, tal como Meucci lo llamaba, estaría legalmente protegido. A continuación Meucci, a través de un amigo, consiguió entrevistarse con Edward B. Grant, vicepresidente de la American District Telegraph Co. para ofrecerle su invento y al mismo tiempo proponerle la utilización de las líneas telegráficas de su compañía para probarlo. En la entrevista estaba presente George F. Durant, superintendente de la compañía. Grant se negó a facilitar sus líneas a Meucci, y aunque le dijo a este que Durant estudiaría la documentación que les había facilitado, lo cierto es que Grant consideraba el invento poco más que un juguete y pese a tentativas posteriores, Meucci no consiguió absolutamente nada de esta compañía. Las dificultades de Meucci para renovar su caveat en los años siguientes, fueron cada vez mayores y a finales de 1874 no pudo hacer frente a los veinte dólares de la renovación y los derechos sobre su invento se esfumaron. En 1876 Alexander G. Bell patentó su teléfono y consiguió llevarlo a la práctica con gran éxito, su empresa creció rápidamente hasta convertirse en un verdadero monopolio nacional. Meucci no pudo hacer nada contra esto, su delicada situación económica le impedía tomar cualquier iniciativa legal contra la compañía de Bell. En 1882 después de leer un artículo en un periódico sobre el invento de Bell, Meucci se decidió, con la ayuda de un amigo, a enviar una carta a diversos diarios dando cuenta de sus investigaciones sobre el teléfono y su disposición a mostrar, a quien se lo pidiese, toda la documentación y aparatos que había desarrollado durante décadas. La repercusión de esta carta fue grande y poco tiempo después un representante de la Bell Telephone Co. contactó con Meucci a fin de conocer sus pretensiones. Mientras tanto en Philadelphia nacía, con un notable apoyo financiero, una nueva compañía, la Globe Telephone Co. Tan pronto la Bell Co. tuvo conocimiento de que esta compañía estaba en negociaciones con Meucci para la adquisición de los derechos de explotación de sus inventos, presionó a su representante a fin de que llegara, cuanto antes, a un acuerdo amistoso con Meucci. Pero ya era demasiado tarde, las negociaciones habían concluido con un contrato entre Meucci y la nueva compañía, firmado en septiembre de 1883. Este acuerdo alarmó en gran medida a la compañía de Bell que intentó, en vano, llegar a una solución amistosa con la Globe Co., pero los representantes de esta estaban convencidos de la prioridad de Meucci en la invención del teléfono y rechazaron cualquier arreglo amistoso. La Globe Co. comenzó la comercialización de teléfonos diseñados por Meucci, por otro lado tras varias denuncias contra la Bell Co., los periódicos comenzaron a dar cuenta de la historia de Meucci; como en 1871 había obtenido su caveat y como de manera misteriosa había desaparecido de la Patent Office cualquier documento relacionado con esta. En esta atmósfera propicia la Globe Co. decidió en octubre de 1885 que era el momento oportuno para proceder legalmente contra la Bell Co. y Graham Bell, reclamando la intervención del gobierno en el asunto. Pero la Bell Co. tomó la iniciativa y en noviembre presentó una demanda contra la Globe Co. por infringir su patente sobre el teléfono. En el juicio que siguió declararon numerosos testigos a favor de Meucci, entre ellos e pintor Nestore Corradi que en 1857, en una visita a la casa del inventor, había realizado un dibujo de dos personas hablando por su teléfono, tal como lo había visto. Pero todo fue en vano, la decisión del juez Wallace, en julio de 1887, fue totalmente favorable para la Bell Co. Una vez más Meucci fracasó en su afán por ser reconocido como el verdadero inventor del teléfono, falleciendo dos años después en la más absoluta pobreza. El proceso que el gobierno de los Estados Unidos había emprendido contra la Bell Co. en 1885, a instancias de la Globe Co., fue archivado en 1896. Fuentes consultadas / Sources Nese, M. y Nicotra, F., Antonio Meucci, 1808-1889. Roma, 1989. Meucci revisited. Antenna, 9(1), 1996.
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